Monday, December 09, 2013

MIS DOS MADRES MUERTAS.

Dos madres tuve un día y no tengo ninguna:

la que me dio su sangre y me llevó en su seno,

y la que completando la obra que hizo una,

recogió mi pobreza del fondo de una cuna

desde la edad de un año, y me enseñó a ser bueno.

También tiene dos madres la simiente cautiva:

la planta genitora que en su verdor la encierra,

la gran madre tierra,

que la toma en sus brazos como hija adoptiva,

le ofrece el hueco de una cuna

escondida a los ojos del pajarillo hambriento,

y luego, espiga tierna, la mece a sol y luna

en la hamaca del viento.

Y cuando el árbol también, la bella espiga asombra

con la melena al viento florida y cancionera,

a la madre adoptiva le paga con su sombra

y honra la madre propia en cada primavera.

Tal ha sido mi suerte:

una me ha dado el ser,

y me enseñó la otra la virtud de ser fuerte,

la misma de la planta que sabe florecer

sin temor a las hachas que fabrican su muerte.

Al darme una su sangre mirose en dos partida

y una de esas mitades fue mi vida;

la madre es siempre una constante abnegación;

al tenderme la otra sus brazos redentores,

como carga llevada sobre rieles de amores,

mi cuerpo, entre caricias, llevó a su corazón.

Yo era débil criatura,

enferma y pobre era

la madre verdadera,

y Dios, compadecido de tanta desventura,

me dio una nueva madre, que en ritmo de ternura

fue igual a la primera.

Rosal que de un terreno empobrecido

pasa a la maravilla de un cantero

al amor de otro barro que termina

la obra del barro en que vivió primero,

así yo de la vida en la faena,

barca que tuvo un nuevo timonero,

pájaro que del nido tutelar

pasó al jergón de la pollada ajena

y el ave nueva le enseñó a cant ar;

sus propios goces y su propia pena.

Si el ofrecer la vida para dar nueva vida

en el calvario de la maternidad

es sacrificio heroico que mantiene encendida

la llama redentora de la fecundidad,

¿qué nombre ha de tener

la que no siendo madre por la naturaleza

se eleva a la más alta virtud de la belleza

y es madre por deber?

¿qué nombre tiene en la moral escrita

esta ofrenda infinita

de dar el alma a la criatura ajena

la que no es madre suya,

pareciendo decirle, ya que Dios me hizo buena,

si te falta tu madre yo seré madre tuya?

Murió la madre propia

y la que me enseñara lo que por ella sé,

aquélla de quien soy como una débil copia

y la que supo ungirme con bálsamo de fe;

pero llevo en el pecho la dulce sensación

de que a las dos amé,

y con las dos fui bueno, partiendo el corazón,

y a las dos enterré…


RAMÓN EMILIO JIMÉNEZ .

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